19/4/11

en Efe Eme

19/04/11  |  por César Prieto

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Libros: “Asesino cósmico”, de Robert Juan-Cantavella
 
Por César Prieto

Florecieron en las papelerías de barrio mientras los años sesenta mudaban en setenta, solían cambiarse por céntimos de peseta y sostuvieron la soledad de la jubilación y las cabezas pesadas que cargaba el autocar rumbo a los recientes polígonos industriales. Las recuerdo y las tuve, por curiosidad, aunque en la época me decían que estragaban a la verdadera literatura. Esa literatura de quiosco –aquí nunca se llamó “pulp”– que venía resuelta casi siempre en editorial Bruguera –volúmenes que cabían en la palma de una mano– y en ámbitos del oeste americano. Marcial Lafuente Estefanía era su estrella, pero había más géneros y más autores y unas esplendorosas portadas de Salvador Fabá. También para los policíacos, la ciencia-ficción o el terror.

Robert Juan-Cantavella explora esta verdadera mitología de finales del XX en su nueva y segunda novela y si acaso hemos de advertir alguna tacha sería la voluntad de mezclar demasiados de estos géneros y dar así lugar a tramas no bien resueltas ni ligadas. En todo lo demás, cumple con nota; sobre todo en el clima, la recreación de una sociedad futura –no tanto, estamos en 2035– lastrada por el polvo rancio del pasado.

Es Isla Meteca, su principal ciudad ha sido destruida por un monstruo y vive bajo la amenaza de un  asesino cósmico que viene desde la luz primigenia. Buen principio, ¿verdad? Pues todo esto lo diluye el autor en personajes galdosianos –el corregidor Fabio Roelas o el pretendiente Antero Legúfago–, espirales barrocas, una sociedad cerrada y asfixiante como en el “Pascual Duarte” y unas localizaciones de esperpento, de espacios deformantes: ¿Qué hace aún un videoclub con cintas de serie B en 2035? ¿Qué hace su dueño Vladimiro Rascón leyendo una novela de Curtis Garland sobre niñas y enanos con hachas?

Pues todo esto es la novela, en la que también colabora –escribe un capítulo y presta estilo– Juan Gallardo, prolífico escritor del género con cientos de títulos, el celebrado aquí Curtis Garland. Se marearán, asistirán a ciencias baratas, muertos que salen de sus tumbas, panaderos que se creen señores feudales, investigaciones en computadoras. Acabarán agotados pero felices y conscientes de comprobar como a la literatura de quiosco se le han dado todas las vueltas de tuerca posibles.