26/4/11

Presentación en Castellón: The Facts

Texto íntegro leído por el escritor Óscar Gual en la presentación de Asesino Cósmico en Castellón, el 23 de abril de 2011, en la librería Argot. (Fotos de Juanvi Centelles, Argot.)




El Monstruo

Hace unos años Robert y yo coincidimos en un congreso de narrativa, en Madrid, un congreso cuyo título era Monstruos. Allí los escritores más eruditos teorizaron sobre la figura del monstruo en la literatura, su evolución, los monstruos más famosos, el Monstruo del Lago Ness, Godzilla, hombre lobo… Una de las acepciones de la palabra monstruo viene a decir que un monstruo no es más que un espécimen fuera de su elemento, algo que causa extrañeza y por eso denota monstruosidad. Quiere decir que lo que define al monstruo no es el monstruo en sí sino el entorno en el que se encuentra. 

Normalmente el monstruo es un ser solitario. Hay monstruos como Frankenstein cuya monstruosidad radica precisamente en que él es el único ejemplar, vaya donde vaya, y de ahí su necesidad de buscar una novia para, además de tener sexo, dejar de ser un monstruo para convertirse en una pareja monstruosa. Otro caso similar sería el del Hombre Elefante. Esto lo vemos muy claro al echar un vistazo a monstruos clásicos como E.T., que no era un monstruo normal en el sentido de que diese miedo porque E.T. era muy mono, casi como un juguete, pero sí que era de alguna forma monstruoso, cuando parece que, según da a entender el final de la película, hay toda una civilización de bichos como él. E.T era un ciudadano de su planeta. También el Alien de la saga de películas Alien que empezó Ridley Scott (las dos primeras, porque las posteriores son monstruosas por sí mismas de lo malas que son), ese Alien es un monstruo para nosotros al igual que nosotros somos alimento para ellos, seres que tienen su propio entorno, aunque en todo caso estos aliens sí que tienen una actitud monstruosa porque son bichos agresivos e invasivos. 

El monstruo es monstruo a pesar de su forma de actuar, lo es solo por estar en el lugar equivocado, y en ese aspecto el monstruo histórico que más se acerca a este concepto esencial de monstruo sería, en mi opinión, King Kong, pues la película de King Kong muestra en la primera parte como King Kong en la selva no se comporta como un monstruo en absoluto, allí es prácticamente un galán, salvando a la chica y peleando con otros bichos gigantes para que no le hagan daño, pero en cuanto lo sacan de su elemento y lo llevan a la ciudad se convierte en un ser terrible y es normal que acaben cargándoselo. Una versión bastante idiota de King Kong es Tarzán, al que también llevan a la ciudad y hace un poco el monstruo por allí. 

Y es que en Asesino Cósmico, la nueva novela de Robert Juan-Cantavella publicada por Mondadori, hay un monstruo que se llama Cárdavo y es uno de los grandes hallazgos de este libro. Hay muchos más hallazgos, pero quisiera empezar con este. 

La novela sucede en una isla que se llama Isla Meteca y en el centro de esa isla, en un bosque, se esconde Cárdavo, el monstruo. A tenor de lo que dicen los habitantes de la isla, los metecos, Cárdavo parece ser algo así como un tiburón dentro de un lago dentro de un bosque dentro de una isla. Esto, ya de por sí, es un juego de círculos concéntricos que muestra un poco lo que os vais a encontrar en este libro. Porque tenemos un monstruo rodeado de agua del lago y este lago  rodeado de un bosque y este bosque rodeado de una isla y esta isla, evidentemente rodeada otra vez de agua cerrando el círculo. Lo que me interesa a mí es que este monstruo es, prácticamente, una destilación del concepto histórico de monstruo, hasta el punto de dejarlo en su esencia, de un modo, si se quiere, paródico. Porque algo de risa sí que da que haya un tiburón en un lago en medio de un bosque, pero qué forma habría mejor de mostrar algo fuera de su elemento. El agua y la tierra, junto con el aire y el fuego, son dos de los cuatro elementos constitutivos para la filosofía antigua, por lo que un animal acuático en medio de un bosque (Robert tiene el detalle de ponerle un lago al bicho para que no muera, claro), esa es la forma más básica, esencial, ciñéndonos a su definición, de monstruo. Podríamos referirnos a él como un monstruo casi teórico, en el sentido de que cumple a rajatabla con los requisitos necesarios para serlo, aunque de un modo bastante bizarro, sin añadirle más peligrosidad de la necesaria. Se le teme porque es un monstruo y es un monstruo porque está fuera de su elemento. Punto. 

Esta pureza en la definición del monstruo nos sirve para desnudar más aún los mecanismos del miedo a lo desconocido, que es uno de los ejes sobre los que gira este libro. Este monstruo está atrapado en el centro de la isla y es el centro de la novela, el eje sobre el que gira la historia y el punto de unión de todos los habitantes de la isla y por eso quería empezar por ahí.


El Miedo

A partir de la amenaza de este monstruo asistimos a las reacciones de todo un pueblo y a sus guerras internas. En este sentido, Asesino Cósmico juega con las reacciones grupales provocadas por el miedo a lo desconocido y cómo ante el peligro siempre prevalece aquel dicho de maricón el último. Se alude a cualquier rasgo diferencial que justifique la segregación de castas para así salvaguardar los intereses de los más poderosos. 

Otra vez el miedo a lo diferente, a los que no son como nosotros. En este sentido, Robert estira otra vez la teoría al límite puesto que llega a intuirse que los motivos de la división existente entre los habitantes de Isla Meteca es algo bastante peregrino, casi textual. Conforme pasan las páginas se muestra como una serie de personajes manejan el cotarro en la isla y otros son maltratados (pero no maltratados en el sentido de insultados o menospreciados, son maltratados en el sentido de torturados o asesinados por el más mínimo motivo), y cuando se alude al motivo se percata de que son motivos cuyo sentido se ha perdido en el tiempo y que en el presente se sigue actuando de ese modo por inercia, como animales. 

Hay recuerdos, vestigios, mentiras sobre verdades sobre otras mentiras. En este punto es perentorio hacer una comparación con el manido tema de la memoria histórica en este país para que pareciese que Robert se preocupa por esas cosas tan importantes. Pero no lo haremos aquí.

 

El Pulp

El libro se define como un homenaje a la literatura Pulp española, que son aquellos libritos de bolsillo, de vaqueros, de terror, de ciencia ficción. Incluso hay un capítulo escrito por uno de esos escritores, Curtis Gardland. En este sentido, sobre todo en la primera parte de la novela, vemos como cada capítulo se presenta con un registro diferente y una minitrama distinta, muy de género. Como una de esas pequeñas novelas. 

Destacaría sobre todo la historia de La hija de las Tinieblas, una historia de terror gótico preciosa, tomada de una novela de Curtis Garland, y también la historia de género romántico, una versión muy personal y retorcida de una célebre película romántica, Antes de que amanezca. Además, estas dos historias acaban mezclándose de una forma bastante espectacular. 

Hay otras tramas con vampiros, vaqueros, bandoleros, espías, extraterrestres y demás, y todas ellas van convergiendo en la trama principal de modo que en la segunda parte de la novela, pese a seguir del mismo modo, los géneros ya están totalmente mezclados y en lugar de géneros distintos lo que tenemos es una especie de género híbrido en el que caben todos ellos. Y precisamente esa mezcla salvaje pero constante es lo que le da homogeneidad a la última parte del libro.


La isla

Por último me referiré a la isla en sí, a sus personajes, pero sobre todo a la sensación de extrañeza que nos ofrece este pedazo de tierra flotante. 

Esta historia se sitúa en un futuro, 2035, pero no hay ninguna traza del futuro que todos esperamos. Esto es una trampa, evidentemente, pues del futuro no conocemos nada y por lo tanto hacemos el ridículo al decir que el futuro no es así. Podemos decir que el pasado no fue así, pero nunca el futuro. Clarke y Kubrick dijeron que en el 2001, hace diez años, un señor iría a Jupiter y allí se convertiría en un bebé gigante. Evidentemente no se ha cumplido lo segundo pero ni siquiera nos hemos acercado a lo primero, y aquello era ciencia ficción seria... 

Pero este de Asesino Cósmico es un futuro que parece haberle dado la vuelta al marcador temporal o tratarse de una línea temporal alternativa. Se habla de un incidente, de Todo Aquello, y se intuye que tal vez esa sea la causa de que en el 2035 vivan como nosotros en 1980 y uno de los lugares más importantes de la ciudad sea un videoclub. El videoclub es otro elemento muy representativo de esta novela. En mi opinión, junto con el monstruo, son los elementos o lugares, aparte de los personajes, que más dicen sobre este libro. Un videoclub y un tiburón. 

El videoclub lo regenta Vladimiro Rascon, un tipo bastante peculiar que recomienda películas al igual que hacían los libreros hace tiempo. Mientras tanto, él lee una de esas historias pulp, concretamente la de La hija de las Tinieblas. Siguen ahí los círculos concéntricos. El videoclub, de forma implícita, le otorga cierta unidad y justificación a toda la diversidad de géneros y tramas de la novela. No olvidemos que en un videoclub las películas no se organizaban como los libros en una biblioteca, lo hacían en estanterías separadas por géneros, artes marciales, terror, porno, etc… 

Otro elemento que le otorga unidad a toda esta locura, además de los personajes, de la trama principal y de la geografía, es el extremo cuidado del lenguaje. En esta novela el lenguaje está muy trabajado en el sentido de que todos los registros, el de terror, el erótico, el de ciencia ficción, están tratados con mucho respeto. Hay incluso juegos bastante arriesgados que podrían malinterpretarse, como por ejemplo uno que me gusta mucho, del fragmento de La hija de las Tinieblas, que dice: 
“y el enano mató entonces a la institutriz con una guadaña que antes no llevaba consigo”, 
refiriéndose a la descuidada forma de narrar de aquellas novelitas (ya fuese por falta de tiempo, desgana, carencia de revisiones o empleo de pseudónimos) en la que se daban semejantes fallos, no se preocupaban demasiado por la continuidad entre escenas ni por la verosimilitud de la voz narrativa. Robert hace esto mismo de forma explícita trayéndolo a la superficie del texto de forma muy inteligente. Lo dice él, lo cual puede provocar cierta extrañeza en un lector más o menos avezado que diría: “vale, Robert, el enano la mata con una guadaña que antes no llevaba consigo, pero ¿por qué no se la pones un párrafo antes, figura?”, o “¿por qué me dices que no la llevaba si yo ni siquiera me había dado cuenta?” Este es un mecanismo muy similar al que usaron Robert Rodriguez y Tarantino en Planet Terror y Death Proof, ellos reprodujeron manchas en el celuloide, se saltaron bovinas e insertaron falsos trailers, pero aquí se hace de un modo mucho más sutil e incluso arriesgándose a que un lector normal no lo entienda. Pero Robert no parece preocuparse demasiado por los lectores normales.



Los metecos

Para terminar hablaré de los personajes. Esta es una novela coral, pero no es una de esas novelas corales en las que se van alternando las historias de tres o cuatro personajes ni tampoco una familia entera ni una calle o una generación de padre, hijo y nieto. Esta es una novela coral de cerca de 100 personajes. 

Si fuese una película, los últimos capítulos tendrían que rodarlos en digital o con multitud de extras, como aquellas películas de romanos que pasan en Semana Santa por la tele. Y es gente verdaderamente rara la que hay en esta isla. Los personajes tienen unos nombres raros, como ese Vladimiro Rascon, uno de mis favoritos, Renato Romo, Fabio Roelas, Dimas Rancel, Peder Igarza, que tampoco son los nombres que esperaríamos que tuviese la gente en el futuro, pues en el futuro la gente tendrá nombres de pokemon, como los concursantes de Operación Triunfo. Estamos hablando de elementos que generan tensión en la lectura a base de saltarse los convenios, de salirse de los caminos establecidos. 

En ese sentido podemos fijarnos también en Twin Peaks, aquella mítica serie de Lynch, en la que también se narraba la vida de un pueblo de mala muerte pero se hacía con rasgos de género negro, a veces de terror, a veces de erotismo soft, y todo ello aplicado a situaciones cotidianas de gente palurda. Yo creo que la mecánica de Asesino Cósmico parte de una premisa similar: que personajes grises hagan cosas extraordinarias y contarlas de un modo más fabuloso todavía. 

Pero estos metecos son mucho más alborotadores que los habitantes de Twin Peaks, son escandalosos e impertinentes. Durante la lectura del libro uno tiene una sensación de pueblo, de barullo, de un grupo de personas gritándote una cosa y otro grupo la contraria. Estos personajes, aunque siempre rozando la parodia, y si obviamos este entorno fantástico, son personajes que se comportan de un modo mucho más humano de lo que podríamos pensar. Y no aprecio tanta diferencia como la que en un principio aparentaría respecto de la anterior novela de Robert, sino que incluso ofrece cierta continuidad con El Dorado. Allí ya había unas abuelas voladoras, ya había una tensión bélica entre dos facciones de residentes en Marina d’Or (las parejas jóvenes con hijos contra los jubilados) que remite de alguna manera a la tensión entre los habitantes de Isla Meteca. Y también había ciertos grupos del Foro de la Familia que no desentonarían en Isla Meteca por su comportamiento.

En Ràdio 9: link