25/4/11

en Revista 330 ml.

24/04/11  |  por Javier Moreno


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Juan-Cantavella resucita a Curtis Garland

Por Javier Moreno

Nunca he sido fan de la ciencia ficción —apenas hice los deberes con Wells, Asimov y Philip K. Dick—. Reconozco asimismo que el pulp me es tan ajeno como un iceberg de la Antártida. Por ello concedo mérito redoblado a esta novela salida al noventa por ciento —ya hablaremos del otro diez por ciento— del caletre de Robert Juan-Cantavella. Me interesó al principio. Acabó gustándome, para mi sorpresa. En Asesino cósmico todo es disparatado, los personajes no tienen pies ni cabeza —y si la tienen, acaban perdiéndola—, la temporalidad está fuera de quicio, abunda la violencia gratuita y los vampiros coexisten con monstruos marinos y con sanguinarias inteligencias extraterrestres. Y sin embargo… hay algo en la geografía y las gentes de Isla Meteca que va calando en el lector. Considero un acierto el uso de nombres casi extintos —Vladimiro Rascón, Antero Legúfago, por poner un par de expresivos ejemplos— para los personajes, algo que produce un cortocircuito al entreverarse con la trama en ocasiones futurista de la novela; así como la mezcla de temporalidades: dos momentos históricos que se reflejan en espejos paralelos proporcionando una imagen de horror y de esperpento. Hay algo valleinclanesco en esta novela. Y, sobre todo, cabe celebrar la incorporación de un capítulo —el IX— salido de las manos del propio Curtis Garland (pseudónimo del escritor Juan Gallardo, autor del libro Asesino Cósmico —Bolsilibros Bruguera, 1973—, obra que homenajea de modo explícito Robert Juan-Cantavella en su novela), algo que muestra a las claras que la linde entre la alta y la baja literatura resulta confusa y evanescente en muchas ocasiones. Si esto es el pulp, habrá que apuntarse.