13/12/11

en Tribuna Salamanca

12/12/2011  |  por  Antonio Marcos



Asesino cósmico, esencia 'pulp' 

Robert Juan-Cantavella ha rendido en "Asesino Cósmico" (Mondadori, 2011) un profundo homenaje a la literatura popular, a aquellas ajadas novelas de la colección Bolsilibro que pasaban de mano en mano a un duro el cambio en los quioscos. Es complicado resumir el argumento, pero transcurre en 2035 –una fecha muy del futuro en los años setenta– en una isla llamada Meteca y la protagonizan extraterrestres, caciques, vampiros, zombis y alguna muchacha poseída por el diablo. Extravagante y deliciosamente escrito, este artefacto literario se recomienda a los lectores sin prejuicios.

Pulp Inside! No es lo mismo adornar el paisaje de una novela con citas a la cultura popular –una moda que busca más que nada la complicidad, sobre todo generacional, del lector– que construir un relato basándose en la esencia de la literatura de derribo, que es lo que ha hecho Robert Juan-Cantavella: parece como si hubiera metido en la trituradora todos los géneros y destilado esa pasta de papel barato con una manera de contar propia. La acción nos remite al futuro próximo, pero se nos narra con un aire antiguo, un lenguaje casi cervantino con el que transmite precisión, riqueza expresiva y un toque de melancolía. "A la 'manera moderna' de otro tiempo", como dice Thomas Mann en una de las citas que abren el texto. El narrador se dirige a nosotros como si todo hubiera ocurrido y ya nada tuviera remedio, mezclando diversas capas de realidad y ficción, y sorprendiéndonos a cada momento. El autor no ha imitado "la manera" de las novelas de quiosco: ha comprendido todo lo que de valor hay en ellas y construye su propio discurso.

¡Con la aparición estelar de Curtis Garland! Juan Gallardo Muñoz tiene mucho que ver en este libro. El título está apropiado de una novela suya de 1973, publicada con el seudónimo de Curtis Garland, uno de los casi diez que utilizó en sus dos mil obras. Y, en un juego literario más, Juan-Cantavella le invitó a escribir un capítulo de este nuevo "Asesino cósmico". Garland ha escrito unas memorias que todavía no he leído, pero haciendo caso a otro estajanovista de la máquina de escribir como Francisco González Ledesma (Silver Kane, entre otros), admiro ese trabajo de medio negro editorial, produciendo sin parar libros que sí leía la gente. Encontrar y administrar los mecanismos de una intriga, ceñirse al género, buscar a la vez la calidad mínima y la máxima sin tiempo apenas para releer lo escrito... y volver a empezar. Hoy oeste, mañana ciencia ficción, pasado novela romántica. Cualquier homenaje es merecido, y este libro lo hace de una manera explícita y rotunda.

Los otros somos nosotros. Una de las tramas que más me gustó de "Perdidos" es aquella donde los náufragos se enfrentan a "Los Otros". Y descubrir después que para esos otros también hubo unos "otros" antes. En "Asesino cósmico" también hay una isla y también hay "otros", y quizá todos sean observados desde el espacio por alguien a quien le persigue algún otro. Pequeñas guerras de poder, conspiraciones de casino de pueblo que tienen su origen "cuando ocurrió todo aquello". Ocurrió algo de lo que nadie habla en un lugar donde nadie quiere entrar, tal vez porque hay un monstruo que se come a la gente si se cabrea. Ese lugar oscuro, el cerrar la memoria y contarla de un modo distorsionado es uno de los grandes logros de este novela. La fábula, la leyenda, como narración que determina las vidas de los protagonistas. Y la construcción de esa narración como herramienta hegemónica. Pueblo chico, infierno grande.

Dramatis personae. Al comienzo de la novela, el autor enumera a todos los personajes que intervienen en ella. Y parece mentira que vayan a caber tantas historias en poco más de 250 páginas. Están el viejo corregidor, el enano Vladimiro –dueño del único videoclub de la isla–, la malhadada y ojerosa Sue Ikling, José María El Tempranillo, la directora de cine Alpidia Ruano, la familia Legúfaro y la blanca de piel Benilde Rascón. Entre otras decenas. La imaginación del escritor para mezclar tramas –saltar de una guerra medieval a un enfrentamiento dentro de Matrix y de ahí a una hecatombe nuclear– es asombrosa. Y funciona. El pretencioso uniforme de Vladimiro y el archivo donde aspira a más el joven Legúfaro son ejemplos de la atmósfera densa del paisaje de Isla Meteca. Un lugar extraño, una playa terminal, donde todo puede ocurrir siempre que nos lo cuenten bien, donde todas las historias tienen cabida. El lector entra allí descolocado y permanece en tensión, recorriendo sin poder parar ese paisaje a ratos apocalíptico y a ratos decimonónico. Ante esta novela, el lector está un poco como Chartlon Heston en ese rato entre que cae la nave y los simios lo meten en la jaula.

Unos cuantos enlaces interesantes. La novela tiene su propio blog, donde el autor ha ido recogiendo las reseñas publicadas y ofreciendo material de contexto. Hay bastante material sobre Curtis Garland en la red: por ejemplo una entrevista, y la ficha de su libro de memorias, reseñado en ese maravilloso blog sobre la cultura popular española que se llama Lady Filstrup.