12/12/12

en EnCubierta

2/12/2012  |  por  Paula Corroto






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Robert Juan-Cantavella: “La distopía parece más al alcance de la mano que la utopía”

Asesino cósmico es una novela del futuro con muchos ecos del pasado. Homenaje a las novelitas de a duro, al género pulp y a Curtis Garland, escritor que en los setenta publicó más de 2.000 obras, en ella Robert-Juan Cantavella (Almassora, 1976) nos sumerge en la idea postmoderna de que hoy en día cuesta mucho trabajo imaginarse que el futuro será mejor. Como él mismo dice en esta entrevista, “el agua del río de Heráclito ha cambiado, y el río sigue siendo el mismo”. El escritor es autor de ejercicios narrativos como El Dorado, donde juguetea con el periodismo gonzo y recientemente publicó junto a Óscar Gual, El corazón de Julia, un folletín-punk, según algunos blogs, en el que atacan el discurso oficial sobre los derechos de autor y la industria cultural frente a las nuevas herramientas digitales.

Asesino cósmico es una especie de homenaje a las novelas de a duro, a Curtis Garland y al género fantástico, pero también es un alegato a la imposibilidad de creer en un futuro mejor. ¿Por qué esta desesperanza?
A menudo las novelas de ciencia-ficción cuentan una historia que sucede en el futuro para hablar del presente. Este no es el propósito principal de Asesino cósmico, pero por poco que lo sea no hay mucho donde esperanzarse.

¿Ya no nos sirve la ciencia-ficción para imaginarnos algo mejor, una vida más fácil, más confortable? De hecho, el género, en los setenta, parecía encaminado a eso.
Supongo que sí puede servir, depende del autor. Pero ahora parece más complicado imaginarlo. La distopía parece más al alcance de la mano que la utopía, quizá por cuestiones de realismo.

Uno de los personajes de la novela dice: “Estos humanos no necesitan excusas para volver una y otra vez a acabar con todo”. Por tanto, no aprendemos nada de los errores. ¿Qué quedó de esa idea de Heráclito de que todo cambia?
Heráclito decía que todo cambia, pero no que todo cambia a mejor. En la novela han pasado unos treinta o cuarenta años, han cambiado muchas cosas, pero los hombres siguen comportándose del mismo modo mezquino y autodestructivo. El agua del río de Heráclito ha cambiado, y el río sigue siendo el mismo. 

Pero, ¿y la ciencia (vamos a dejar de lado la ficción)? ¿No nos ha permitido un mejor futuro?
Claro que sí, unas veces más que otras, supongo, pero eso es difícil discutirlo.

Y ahora sí, vamos a la ficción. Al menos nos quedará la imaginación para creer en mundos mejores.
Sí, o para echarle otra mirada al nuestro.

Otro personaje interesante del libro, Cleofás Reyero, tiene una extraña relación entre el sexo y la muerte. Esta asociación entre Eros y Tanatos está muy presente en la literatura. ¿Por qué la recalcas en tu novela?
El sexo y la muerte crean un cóctel apasionante, ahora y siempre, como tú dices. Simplemente es un elemento que está ahí, y que me venía muy bien para crear a este personaje. El propósito inicial era jugar con el porno, y jugando jugando llegué a la muerte. Algunos temas están presentes siempre.

Isla Meteca es el paisaje de la novela. ¿Qué significa exactamente este lugar?
Me interesaba crear un mundo nuevo para esta novela, y una isla es un lugar que te permite hacerlo de un modo muy sencillo, pues está encerrada en sí misma, y en el caso de Isla Meteca, tiene una comunicación muy precaria con el exterior. Además es una isla pequeña, que alberga una sociedad pequeña, algo que siempre me ha interesado mucho, pues necesitas menos elementos para recrear un mundo, que en última instancia acaba funcionando como el mundo real. El nombre tiene que ver con los metecos de la antigua Grecia, extranjeros, gente con menos derechos que los ciudadanos griegos. En la novela sucede algo parecido con los habitantes de esta isla.

Asesino cósmico, aunque juguetée con el género fantástico, tiene un aura antigua… El estilo literario que utilizas me parecía cervantino, los personajes tienen nombres que parecen sacados de hace siglos… ¿cuál era la intención? ¿El futuro es paradójicamente retro?
El futuro que se plantea en la novela de algún modo lo es. Cuando me acerqué a este tipo de novelitas populares de los años sesenta y setenta, sobre todo a las de ciencia ficción, lo hice en parte atraído por el lenguaje tecnológico que se manejaba en ellas, que en la época estaba intuitivamente conectado con el futuro. Yo he querido jugar con ese vocabulario, pero ahora, cuarenta o cincuenta años más tarde, ya no nos parece conectado con el futuro sino con el pasado. Esa extraña mezcla de futuro y pasado fue lo que me dio el empujón final para ponerme a escribir la novela. Por eso el lenguaje de sabor antiguo para contar hechos que suceden en el futuro, me pareció una forma interesante de materializar esa paradoja entre pasado y futuro; por eso los nombres, que a fin de cuentas están sacado en gran parte del santoral católico, pero hoy están en desuso; por eso uno de los escenarios de la novela es un videoclub, con cintas VHS. Los personajes de Asesino cósmico viven en el futuro, pero su modo de vida, sus nombres, la forma en que están contados los personajes, a nosotros nos suena a pasado.

En la Semana Negra de Gijón comentaste que Matrix era la película de ciencia ficción más innovadora de los últimos años, y sin embargo, era retro. Lo cierto es que si nos fijamos en la cultura pop todo tiene un aire “vintage”. ¿Por qué somos incapaces de crear algo nuevo? ¿Qué “capa” lo experimental?
Creo que dije la más famosa, no me parece la más innovadora. Primer, por ejemplo, de Shane Carruth, sólo unos años posterior, sí me parece innovadora. Pero sí, en Matrix se recrea el futuro con elementos del pasado. Puede que eso de crear una sociedad nueva en el futuro requiera de una confianza, de un optimismo, que hoy en día no está a nuestro alcance.

Por cierto, publicaste ‘Asesino cósmico’ en 2011 y desde entonces el discurso del no-progreso no hace más que aumentar. Esquizofrénicamente se opone a otros alegatos como ‘otro mundo es posible’, “podemos mejorar lo que tenemos”. ¿El no-progreso es un discurso desde el cansancio?
Creo que son cosas distintas. Desconfiar de la idea de progreso propia de la modernidad, de la sociedad ilustrada, es un signo de nuestra época, de la postmodernidad, algo de lo que no podemos huir tan fácilmente. Las ideas políticas de protesta expresadas los últimos años en la calle bajo lemas como “otro mundo es posible”, en mi opinión son compatibles con vivir en una sociedad que ya no tiene derecho a confiar en la modernidad como proyecto cultural. Lo que vienen a pedir estas protestas, básicamente, es que dejemos de confiar los cargos de responsabilidad política y económica a patanes y delincuentes, como hemos venido haciendo últimamente. No creo que esas protestas confíen en llegar a una Arcadia dorada, como puede que creyese por ejemplo la gente del mayo del 68 (que sí confiaban en el proyecto de la modernidad), quieren simplemente que se aplique el código penal.

Por último, es un discurso que ataca cierta “progresía”. ¿Ahí está, desde tu punto de vista, el error del progresismo, de la izquierda actual?
El principal problema de la izquierda actual es muy parecido al de la derecha. Al parecer alguien ha prohibido que se encarguen de las cuestiones políticas personas medianamente decentes y mínimamente inteligentes y nadie nos ha dicho nada.