10/5/11

en Público

09/05/2011  |  por Andrea Rodes

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"El único monstruo que existe es el propio hombre"
 

Por ANDREA RODES

Robert Juan-Cantavella (Almassora, 1976) no era un amante de la ciencia-ficción. Pero un día, ayudando a un amigo a limpiar su biblioteca, halló la novela Tiburón 2. El libro contenía una frase que cautivó a Juan-Cantavella: "Al llegar al arrecife, el tiburón giró a la derecha". A partir de ese momento, con esa frase, el autor se empeñó en escribir una novela de terror fantástico. Con Asesino cósmico (Mondadori), Juan-Cantavella debuta en el género con un homenaje a la literatura pulp, popular en EEUU en los años previos a la crisis de 1929.

El asesino cósmico' sucede en una isla imaginaria llamada Meteca en el año 2035. ¿La realidad ha dejado de interesarle?

Al contrario. Inventar una realidad puede servir para hablar de nuestro alrededor. Aunque se trate de una novela de ciencia-ficción, con toques de género fantástico, Meteca representa a un sociedad rural, pequeña y antigua, más que futurista. De algún modo, una realidad parecida a la de los pueblos pequeños de Castellón y Valencia, donde todo el mundo se conoce y el poder está mal repartido.

De hecho, en el año 2035 aparece un "corregidor" y un videoclub de VHS.

Mi novela parte de este juego de mezclar el pasado y el futuro: sucede en el 2035 pero su contexto pertenece a la España rural del pasado. Además, se trata del futuro tal y como lo imaginaban los primeros autores de historietas de ficción y terror de principios del siglo pasado, como H. P. Lovecraft, a quien dedico uno de los capítulos. No soy especialista en el género. Sólo hace cuatro años que rastreo el mercado de Sant Antoni de Barcelona en busca de viejas novelas pulp. Son libros de estética muy atractiva. Las primeras novelas pulp eran historietas seriadas publicadas en papel de bajo coste. Supongo que ahora el equivalente es publicar libros en internet, que es gratis.
"Inventar una realidad puede servir para hablar de nuestro alrededor"

Hay escenas realmente absurdas, como la del monje asesinado en un altar por un enano pervertido.

La escena está sacada de una novela de Curtis Garland, el gran escritor español de novela de terror-ficción, a quien dedico este libro. No es una crítica a la Iglesia, sino otra referencia a los clichés tradicionales del terror: el exorcismo, el demonio dentro de la religión católica. También cumple con el estereotipo de que el freak, el extraño, el diferente, siempre se supone que es el malo. El enano de mi novela, Vladimiro, sufre porque rechaza los clichés de "gracioso" y "malvado" que pesan sobre los enanos. La novela de terror-ficción ya de por sí tiene un mensaje implícito: que en la realidad el único monstruo que existe es el propio hombre.

Entre los protagonistas hay vampiros, monstruos e incluso un extraterrestre "bueno". ¿Fue un niño fantasioso?

Durante mi infancia me dediqué más a dar patadas a los gatos que a leer. No tenía un interés especial por los monstruos y tampoco me he planteado nunca si hay vida alienígena. No es una de mis inquietudes. Lo que me interesa ahora es crear relatos fantásticos, que permitan al lector entrar desde la primera página en un mundo que no existe, librarse de la tensión de tener que creer en lo que va pasar, como sucede en las novelas de realismo duro. Los géneros de ficción puros, el terror, la fantasía, el western, permiten disfrutar de la historia, y yo los mezclo todos.

Trasilda, Antero Legúfago, Epifanía, Vladimiro Más referencias a un futuro muy cercano.

Es el resultado de querer incluir muchas historias dentro de un mismo libro y reforzar el escenario futurista con códigos del pasado. Busqué nombres extraños en el santoral y en archivos antiguos. No están inventados, pero la mayoría están en desuso. Me ha servido para romper con el cliché de que al pertenecer al futuro uno espere que los personajes se llamen Jack o Joe. Elegí nombres de la novela realista española. El personaje más atractivo es el vampiro Tempranillo, inspirado en un bandolero andaluz del siglo XIX.